lunes, 26 de abril de 2010

EL CAMÉLIDO DÁMASO (al margen)


       Dámaso, el camello escapado del zoológico ‘Parque Temaikén’, se convirtió en el primer camélido agresivo de que se tenga cuenta.
El animal atacó ferozmente a policías federales y de provincia, curiosamente mostrándose amistoso con las demás fuerzas de seguridad, como la Prefectura y la Gendarmería. Pero quien llevó la peor parte fue el pobre Santiaguito, un tímido nene de 12 años contra quien Dámaso se mostró particularmente ‘perverso’ -no pretenda el curioso indagar en los pormenores de la embestida, éstos no han sido formalmente suministrados, ‘por involucrar a un menor’, a pedido de la fiscalía, por sugerencia del cura párroco de Pilar, y esencialmente en salvaguarda del buen gusto, pobre Santiaguito. Sigamos; la criatura, que no había tenido antes contacto con estos cuadrúpedos, emergió del tristísimo episodio convencido de que los camélidos son feroces bestias implacables. Intervino entonces el Departamento de Salud Mental del Consejo del Menor y la Familia, internándolo para propiciar su reinserción social. Luego de este período de trabajo multi-disciplinario, pudo reincorporarse Santiaguito a sus responsabilidades de niño, con la devuelta idea de que el camélido, efectivamente es un animal ‘bueno y amigo de los niños’. Pero la desgracia quiso que la estabilidad psíquica del chiquilín volviera a desplomarse. Al día siguiente de haber sido desafectado del programa intensivo de reinserción y egresado de la granja de rehabilitación, pasó Santiaguito por el Zoológico porteño, donde había resultado en cautiverio el inaudito camello. Al verlo pasar el animal volvió a mostrarse desencajado, y terminó envistiendo con todo su peso contra la portezuela de contención de su cubículo. Finalmente, ejecutando un increíble salto, transpuso la reja que separa el inquilinato animal de la avenida Las Heras de esta ciudad. En una carrera dislocada, el terrible monstruo persiguió al niño y le dio alcance. Entonces lo pateó, pisoteó y escupió hasta la aparición de un prefecto, quien encontrándose en el barrio de ‘San Benito de Palermo’, obró implorando, ‘San Benito San Benito, camello no te permito’. Dámaso, consecuente con su fidelidad a esta fuerza de seguridad, desistió. El niño fue regresado al centro de asistencia psicológica para reeducarlo en cuanto a la mansedumbre del camélido en general.


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