domingo, 18 de abril de 2010

UNA PALABRITA SOBRE MARADONA


       Por favor, que me lo diga la parte demandante de Maradona. ¿Qué contrato se le impuso a aquel nenito del barro y la pelota desgarrada para que fuera el más extraordinario fenómeno futbolístico? Dígame; ¿qué cláusula lo condicionó a dignificar la argentinidad de tantos que viven en parajes apátridas de analfabetismo y desnutrición? Tenga la gentileza señor, subráyeme lo que comprometía a Maradona a convertir ‘el gol a los ingleses’.
Es en ajustada relación con todo esto, que encuentro pertinente responderle así a nuestro querido director técnico de fútbol; ‘¿qué contrato pretende usted cumplir Maradona? No está su figura, en ese puesto, a merced de contrato alguno’.


       Persistiendo en lo extra-futbolístico. ...Canallas... Lo que tenía Maradona de ‘convencional’ cuando fue designado para este puesto -que en ese carácter ‘raso’ está siendo vituperado- claro que no alcanzaba todavía para ser el mejor ‘técnico’ que podíamos gestionarnos; lo sabíamos todos quienes cultivamos su advenimiento a esta función. Instituíamos, creí entender, como director de la selección nacional de fútbol, a una fantasía más allá de lo eminentemente técnico; una noble declaración de principios; un sueño poético, tan encomiable que bien valdría este, y muchos otros eventuales fracasos.


       Al siguiente respecto, voy a permitirme avanzar sólo hasta el próximo punto y aparte. ...Canallas; probablemente vaya a disponer Maradona de una circunstancia personal mejor para ser sometido a la presión ‘convencional’ que tenían preparada; imbéciles los faltos de discernimiento, viles los que procedieron calculando.


       ¿Por qué no hablar de fútbol dice usted, parte demandante? Porque la circunstancia sugiere la particular ocasión de comprender hasta dónde tenemos comprometida la hidalguía, como ‘generosidad y nobleza de ánimo’, mareada ésta en el maremágnum de factores que suele aturdirnos. A tal punto, que está escapándosenos Diego Maradona, y que creemos ser ‘apasionados por el fútbol’.


       No tironee ‘apasionado por el fútbol’, esta pelota es mía y la voy a seguir teniendo abajo del brazo. Discurramos; como ‘apasionados del fútbol’ que nos consideramos, preferimos ganar campeonatos que partidos, somos condescendientes con la victoria y con sus vencedores, y detestamos hasta el insulto a los vencidos. ¡Horror! ¿Querrá creer el escandalizado que semejante cúmulo de deméritos es legitimado como, ‘pasión por el fútbol’? Flanqueado por toda esa locura, un circunstancial espectador de partidos que pretenda buenos pases, sorpresa intelectual, y lealtad, podría especular, ‘tanto no me apasiona el fútbol’. Confusión; el contraste ‘apasionado’ que opaca su digna avidez de fútbol, suele ser arrastrado a la cancha por motivos muy ajenos al juego en sí; afanes de ‘pertenencia’, gritos de indignaciones impronunciables, sistemáticas violencias, y etcéteras que nomás agregarían patetismo. Si el fútbol desapareciera y no encontrasen dónde dejar esos despojos, entonces se incorporarían estos ‘apasionados por el fútbol’ a la mera violencia social sin eufemismos, impulso capaz de matar en una cancha mientras, muy muy lejos, se juega fútbol.


       Evidentemente, lo que en Argentina se legitima como ‘pasión por el fútbol’, no es tal cosa. Ahora sí, vamos yendo para el centro de la cancha. Mientras tanto, digamé la muchachada, ¿alguien más se condolió con la expresión de Maradona cuando definitivamente perdíamos? Volvió a ser claro que nuestro técnico siente al fútbol y a su idea de ‘Argentinidad’ como pocos la propia. Si hubiéramos ganado, si la suerte hubiera jugado contra el equipo rival, ...cómo hubiéramos celebrado... Pero la fortuna no intervino este miércoles, el contrincante ganó por estar jugando mejor. En lo que a nuestro seleccionado respecta, está lejos de ser el de otros tiempos -comprenda lo siguiente la parte acusadora- pero nadie debe ser comprometido a lo que lealmente no puede lograr, ni condenado por cuanto en esos términos no puede conseguir. Nuestra selección puso garra, la vi queriendo superar sus limitaciones, herida deportivamente y pretendiendo sobreponerse. A mi no me defraudó el equipo; ya volverá. Perdón, ¿a usted sí? ¿No es todo lo bueno que le gustaría? ¿Lo es usted acaso? No se arrincone allí amigo, la pared contra la que está colocando a nuestra selección, pide también su espalda, ¿me comprende?

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