lunes, 19 de abril de 2010

EL PLANTEO DE LÓPEZ (cuento)

       Habrá sido una locura. Un absurdo a todas luces. Pero cuando el Dr. Bonifacio, en su carácter de Juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, pronunció las palabras “habría que estudiarlo”, y decidió dar curso al planteo de López, el país entró en un caos indecible.


       Maldita la hora en que López salió por televisión, claro, no podía suponerse que un disparate semejante prosperaría, menos aún, judicialmente.

       Expuesto a grandes rasgos, el planteo de López consistía en que, la puntuación, creada para la expresión escrita, no estaba reglamentada jurídicamente. Su prosperidad implicaba que todo lo escrito hasta entonces, en materia jurídica, no tendría validez. Por supuesto, esto no hubiera dejado de ser grave en tanto se desmoronaran todos los expedientes judiciales, pero el caso fue que, mucho más osado en su propósito, López pretendía dar nulidad a la mismísima Constitución Nacional.

       De comas, puntos y comas, comillas, guiones, acentos y demás símbolos ortográficos, se trataba. Fue tomado como una locura, hasta que, revisión mediante, se observó que era cierto. Tanto así, que las primeras discusiones tornaron en debates leguleyos y, finalmente, en complejísimos diferendos académicos.

       Finalmente, el planteo de López fue dado a lugar por el Dr. Bonifacio. Entonces comenzaron las especulaciones. ¿Sería procedente interpretar todo texto de carácter jurídico o judiciable, omitiendo los signos de puntuación? ¿Debía erigirse como “ajustada a derecho” la nueva interpretación que los textos deparasen? Hecho el intento, fue claro que la ambigüedad resultante de este proceder, hacía imposible la aplicación de criterios.

       Avanzado el conflicto, pero antes de que el desorden fuera mayúsculo, el Presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, como recurso extraordinario, solicitó a López que tuviera el tino de eximir a la coma de su planteo, en tanto, de éste signo, dependía la comprensión del inciso constitucional que permitía llamar a una Convención Constituyente, para reglamentar jurídicamente el uso de los signos ortográficos. A ese exhorto, procedentemente y sin extenderse en consideraciones, López respondió, “no”.

       Para ese entonces, el Dr. Bonifacio había renunciado a su cargo en la Corte Suprema de Justicia, a instancia de sus pares y del propio Presidente de la República.

       A esas alturas del episodio, y aunque parezca mentira, el mercado de valores había dejado de operar, el Presidente de la República estaba seriamente cuestionado en su legitimidad, las provincias de Chaco y Formosa se adelantaban a varias otras que luego se declararían independientes, y el país estaba regido por la Ley Marcial, en tanto esa condición podía alcanzarse sumarísimamente, siendo que la palabra sumarísimamente, estaba enunciada en la constitución claramente, y sin restricciones ortográficas.

       En ese contexto, se dedujo que el único remedio, era hacer entrar a López en razones. Con el propósito de efectivizar el orden militar, se realizó el cambio del mando presidencial al Jefe del Ejército. Esa misma mañana, el General a cargo de la Presidencia, secundado por un escuadrón de la Gendarmería Nacional, se desplazó, en una tanqueta pesada, hasta la casa de López.

       Nunca se conoció con exactitud el tenor de la reunión. Cuanto la historia tiene por cierto es que López, con su rostro cubierto por una campera, fue acompañado hasta la sede de Tribunales, donde voluntariamente retiró el recurso.

       Durante los siguientes ocho meses, no pudo saberse de López más que lo enunciado por un comunicado castrense, “descansa fuera del país”. Transcurrido ese lapso, reapareció en una brevísima entrevista ofrecida en los jardines de Campo de Mayo. Se limitó a saludar al país y a desear muchas felicidades a todos.

       Gracias a Dios, no volvió a hacer falta entrar en caos cuando, un abogadillo recién recibido, autoproclamándose “estudioso de López” habló de algo así como que Juan Bautista Alberdi, uno de los ideólogos de la Constitución Nacional, por aquellas pretéritas épocas debía impuestos al fisco. En esta oportunidad, el procedimiento se desenvolvió con rapidez y sin ningún inconveniente.

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